Marx y la tecnología

Un vistazo rápido a las predicciones tecnológicas de Carlos Marx, en el bicentenario de su nacimiento.

Quartz nos recuerda que hace 160 años, cuando no se había inventado aun el bombillo eléctrico, Carlos Marx vaticinó que algún día en el futuro, los robots sustituirían a los humanos en el trabajo. Después de denostar el marxicmo durante décadas, hoy, en el bicentenario del nacimiento del gran revolucionario alemán, los más importantes medios internacionales reconocen que “el capitalismo se está desenvolviendo tal como lo predijo Marx”.

La tecnología fue uno de los temas nucleares en su arquitectura intelectual. Él y su amigo Federico Engels mostraron admiración por la ciencia y la técnica y confirieron a ellas un papel muy importante en sus teorías sociales y económicas. En el pensamiento marxista la innovación es una de las fuerzas clave en el desarrollo de la historia y de las sociedades. Ellos etiquetaron la innovación dentro de la famosa categoría “fuerzas productivas”, cuyo imparable desarrollo (que se produce por constantes “revoluciones científico-técnicas”) hace mover la historia y produce cambios de la mayor trascendencia.

Marx demostró, mucho antes que exitieran el computador y la era digital, que el capitalismo necesita de estas revoluciones tecnológicas para sobrevivir; y es de especial importancia recordar que él aportó la mejor explicación hasta hoy en las ciencias sociales y económicas, del motor de esa formidable innovación tecnológica que vemos a diario: la Ley del Valor y la Plusvalía.

Los periodistas especializados en tecnología estamos cansados de escuchar a los grandes innovadores de la era digital tratando de convencernos que la innovación tiene como propósito crear un mundo mejor para todos. “Quiero cambiar el mundo” dice un millennial cuando lo entrevistan para un puesto en una empresa tecnológica. Desde Marx, hace más de siglo y medio, sabemos que, en realidad, el capitalismo necesita la innovación para maximizar la Ley del Valor y la Plusvalía, es decir, producir mercancia (y ganancias) requiriendo cada vez menos la incorporación del trabajo humano. Y allí nace la contradicción entre el desarrollo de esas fuerzas productivas y un entorno económico que empobrece más y más a los trabajadores, y que distribuye desigualmente los frutos de esas innovaciones.

Para Marx, la sociedad comunista que propuso y dibujó tan genialmente, sólo podría existir basada en un poderoso y futurista desarrollo tecnológico, el cual, en un entorno de justicia e igualdad entre los hombres, produciría una sociedad más avanzada, en donde se podrían satisfacer las necesidades de todos los individuos gracias a la eficiencia de las fuerzas productivas. Incluso, llegó a vaticinar un día en que las máquinas liberarán por completo al hombre de la necesidad del trabajo. “Ese día terminará la prehistoria de la humanidad y comenzará la verdadera historia del hombre”, escribió.

Desde luego, bajo el capitalismo, la innovación solo profundiza las brechas entre ricos y pobres, y genera desempleo y mayor desigualdad. Lo estamos viendo. El Foro de Davos (que no es precisamente un escenario marxista) el año pasado estableció que la actual “cuarta revolución idustrial”, basada en Big Data e Inteligencia Artificial, hará perder siete millones de empleos y sólo generará dos millones, en los próximos cinco años. Los hombres más ricos del mundo hoy no son banqueros ni petroleros, sino tecnólogos, y sus fortunas son superiores al PIB de muchos países.

La tecnología no era, para Marx, el enemigo de los trabajadores, sino el entorno económico en el que ella es utilizada. Se burló de los primeros obreros ingleses, que en sus huelgas pioneras destruían las máquinas de vapor que los habían dejado sin empleo. Marx nunca identificó a las máquinas como enemigas de la humanidad, ni siquiera a individuo alguno, sino al sistema económico capitalista, basado en la propiedad privada y la máxima ganancia para el propietario de las tecnologías, de las innovaciones y de las fuerzas productivas. Marx fue, como dijo un célebre autor, “un pensador de la técnica”.

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