Transformación digital: ¿Estamos listos?

Se quedan sin excusas quienes se resisten a la reinvención de sus organizaciones.

Estamos en el punto en que ya casi no es necesario convencer a nadie sobre la conveniencia de comprar un tiquete en el tren de la transformación digital, sino que ahora las preguntas más populares respecto del tema son del tipo ¿Qué pasos debo seguir? ¿Cuánto debo cambiar mi organización? o ¿Quién puede ayudarme? De un periodo, tres o cuatro años atrás, en donde pululaba la literatura evangelizadora sobre transformación digital, hemos pasado al momento de las orientaciones prácticas. El profesor Enrique Dans, docente de innovación en el IE Business School, en Barcelona, dice que “mi alumno medio ya empieza a estar completamente convencido de la necesidad y la motivación del cambio, y busca algo diferente: herramientas para llevarlo a cabo de una manera exitosa”.

¿Cómo saber si se avanza en el camino correcto?

En todos lados la percepción de los especialistas es la misma: la transformación digital no se cuestiona, sólo se implementa como cada uno puede. Y, ¿cómo saber si se avanza en el camino correcto? Universidades y escuelas de negocios ofrecen por estos días programas académicos especializados en la materia y distintas empresas proveedoras de tecnología han comenzado a publicar sus propios programas de orientación para sus clientes e, incluso, certificaciones en competencias específicas para los profesionales del sector TI. Dell, por ejemplo, acaba de poner en marcha su programa Dell EMC Proven Professional de certificaciones, y HP y Deloitte establecieron una estrategia conjunta para acelerar la transformación digital en el sector manufacturero, que ellos estiman en 12 billones de dólares de valor. Son solo unos ejemplos de la explosión de ofertas de acompañamiento.

La transformación digital impacta la forma en que un negocio se lleva a cabo, cómo se ofrecen sus productos o servicios y cómo es su relación con el cliente.

No obstante, todavía persisten ideas erróneas acerca del concepto y de hasta dónde puede llevarse un proceso de transformación digital. Quizás lo más fácil es comenzar por identificar lo que no es transformación digital. No se trata de inversión en tecnología, aunque implicará un poco de ello, desde luego. La trasformación digital es un proceso de cambio centrado en las personas, más que en la tecnología. Y no es un proceso experimental para hacerlo a manera de laboratorio o piloto. Toda la organización debe estar involucrada y hay que evitar la creación de islas en donde se pongan a prueba los conceptos, pero alejadas de la cultura corporativa oficial.

Para los expertos no se trata de un problema tecnológico, aunque la tecnología, por supuesto, está detrás. Tiene que ver, en realidad, con una nueva “lógica” para pensar y entender los negocios, una manera radicalmente diferente de hacer las cosas en las empresas. El punto de partida es entender que el consumidor cambió sus hábitos y las empresas se adaptan a esos cambios, no al contrario.

La consultora IDC lo define de este modo: La transformación digital impacta la forma en que un negocio se lleva a cabo, cómo se ofrecen sus productos o servicios y cómo es su relación con el cliente. No se trata de una tendencia o una inversión en tecnología, sino que es un componente clave de la estrategia de negocio. Un estudio reciente de la prestigiosa Sloan School de MIT sobre 50 de las empresas más grandes de Norteamérica, encontró unas constantes en las acciones básicas de transformación digital: “Los ejecutivos están transformando digitalmente tres áreas clave de sus empresas: la experiencia del cliente, los procesos operativos y los modelos comerciales”, dice el estudio.

Las empresas que adoptan procesos de transformación digital se las verán con el mundo de los datos, en primer lugar. Una organización que avanza hacia la transformación digital es una organización orientada a los datos. Las herramientas de Big Data y analítica avanzada están allí para ayudarle a entender lo que los consumidores quieren y están diciendo, en ese amplio mundo de las redes sociales y de los ecosistemas multi diversos de comunicación digital existentes hoy. Los datos y la capacidad de análisis están también llevando a las organizaciones a un siguiente nivel de desempeño, gracias a la implementación de modelos predictivos para anticipar, por ejemplo, cambios en la demanda, o cuellos de botella en los flujos de producción, o nuevos tipos de tendencias en los hábitos de consumo.

En un reciente estudio, IDC identificó las tres barreras más frecuentes de cualquier iniciativa de transformación digital en el mundo: uno, escasa claridad en el retorno de la inversión; dos, los altos mandos de la empresa no creen en el proceso; y tres, exceso de descentralización en las decisiones y en los flujos de trabajo.

Pero una organización sola no hace verano. Se requiere un entorno regulatorio y macroeconómico favorable. En nuestro país, por fortuna, hay buenas noticias en esa materia. La Comisión de Regulación de las Comunicaciones (CRC) publicó una “hoja de ruta” en materia regulatoria, que deberá guiar el desarrollo de la economía digital (Puede verse el documento oficial aquí: https://www.crcom.gov.co/recursos_user/2017/hoja_ruta/Resumen_ejecutivo_Hoja_Ruta.pdf). El plazo previsto de implementación de esta “hoja de ruta” es de cinco años, lapso en el cual el Estado colombiano trabajará en diferenciación de mercados y acceso a los mismos, desregulación de los jugadores que participen, regulación de las plataformas, protección al consumidor, régimen tributario y clasificación de los servicios y de los mercados. Es decir, se construirán políticas públicas en esas materias, las cuales ayudarán a asegurar un contexto propicio en el país para las empresas que adopten procesos de transformación digital.

La creación del viceministerio de economía digital en el Mintic es una buena señal de compromiso público con el tema. El ministro David Luna dijo hace poro que la economía digital dejó de ser un apéndice de la economía y se convirtió en la economía. Luna entiende que la tecnología corre siempre más rápido que la legislación, así que el viceministerio, recién creado el año pasado, trata de apurar el paso para, en palabras del ministro, “promover el entendimiento de la disrupción tecnológica y resolver tensiones”. Tensiones que a veces se solucionan con más regulación y a veces con menos regulación. Los centros de excelencia que han sido inaugurados, uno en biotecnología, en Manizales, uno de Internet de las Cosas en Bogotá, uno de Big Data, también en Bogotá, y un cuarto enfocado en Inteligencia Artificial y que está por inaugurarse, serán los motores de apoyo oficial a las empresas que quieran entrar a reinventarse.

Con tantas ofertas, públicas y privadas, no hay modo de resistirse a la nueva ola de los negocios disruptivos, que se adaptan al mundo cambiante de la cultura digital. En breve empezará a sentirse penoso el no haber comenzado un proceso de transformación digital en una organización. El mismo Enrique Dans nos ofrece una ingeniosa definición: la mejor manera de saber si una organización está cerca o lejos de la transformación digital es explicarle a un adolescente cómo se trabaja en tu compañía sin sentir vergüenza.

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