Unas de cal y otras de arena

Unas de cal y otras de arena para empresas de la economía digital: Netflix canta victoria mientras Twitter soporta la tempestad.

A Netflix todo le sonríe: sus series de narcos y de extraterrestres, y sus libros de contabilidad. La semana pasada la compañía líder del servicio de contenidos en streaming dio a conocer unos resultados trimestrales de lujo, con ingresos por 2.290 millones de dólares y beneficios netos por 51,5 millones de dólares (había obtenido 40,8 millones en el mismo periodo del año anterior), y un acumulado en los primeros nueves meses del presente año de 119,9 millones de dólares, muy por encima de los 79,5 millones del mismo periodo en el año 2015. El número de suscriptores crece sin pausa. Sólo entre julio y septiembre ganó 3,57 millones de nuevos clientes, para un total de 86,7 millones de personas que prefieren este tipo de contenidos audiovisuales en lugar de la televisión tradicional por cable o por señal abierta.

De los modelos de negocio considerados “disruptivos” que han surgido en virtud de las tecnologías, Netflix es probablemente el más exitoso. En cuestión de pocos años la compañía puso literalmente de cabeza el negocio de la televisión, que por décadas se basó en canales que ofrecen una parrilla preestablecida, y que los televidentes deben consumir sentados frente a un TV, tal como fue programada y con sus decenas de anuncios comerciales en medio de la transmisión. Netflix utiliza una plataforma de streaming – transmisión en vivo a través de Internet y que no se descarga al computador del usuario – que ofrece atractivas ventajas: una película o un capítulo de una serie pueden verse a la hora que el televidente decida, pausar en cualquier momento y reanudar después, en otro dispositivo incluso. No hay que sentarse frente al televisor, sino que el contenido llega a donde el usuario esté, sobre cualquier dispositivo que se conecte a Internet, y sin comerciales. De un emprendimiento pequeño que parecía apenas un David frente a los gigantes canales de la televisión por cable internacional, Netflix pasó a convertirse en el modelo a seguir. HBO, Fox, CBS y casi todos los grandes del negocio de contenidos audiovisuales están poniendo hoy un pie en el mundo del streaming, y en diferentes foros sobre el futuro de la televisión es unánime aceptar que la televisión tal como la conocemos – con canales y parrilla – tiene sus días contados.

Netflix es una compañía norteamericana, pero su éxito es global. El 40 por ciento de sus ingresos proviene de suscriptores por fuera de Estados Unidos, distribuidos en 130 países. En Colombia es ya el segundo proveedor de series y películas, después de la televisión por cable de Claro. Precisamente Claro, propiedad del magnate Carlos Slim, es uno de los va tras las huellas de Netflix, con su servicio de televisión por demanda llamado ClaroVideo.

Lo curioso de la “revolución Netflix” es que hizo desdibujar las tradicionales fronteras entre productores de contenidos, distribuidores y canales de transmisión. Netflix no sólo transmite, sino que también produce contenidos originales, que son los que apoyan su éxito. Series como House of Cards, Orange is the new black, Strangers Thing y Narcos gozan de popularidad mundial y con ellas se metió en terrenos en los que las grandes compañías productoras tradicionales, como Disney o HBO no esperaban competencia. Pero producir sus propios contenidos le resulta costoso a Netflix. Por eso sus beneficios netos son muy pequeños frente al total de ingresos y algunos han llegado a considerar que su propio éxito podría traerle también dificultades para perdurar, ante la necesidad de inversiones cada vez más cuantiosas en la producción de contenidos originales. Netflix comenzó a producir contenidos originales hace cuatro años, debido a que algunas productoras importantes se negaban a ceder sus catálogos. En la actualidad hay 600 horas de contenidos propio y la compañía anunció que en 2017 invertirá más de 6.000 millones de dólares en la producción de 1.000 horas de programación original. Es decir, Netflix está convencido que tiene la fórmula ganadora.

El modelo de negocio que Netflix les propone a los productores, frecer en renta los contenidos a precios muy bajos, no es nuevo. Trece años atrás Steve Jobs había hecho algo similar con su proyecto iTunes, mediante el cual convenció a las compañías discográficas de poner sus catálogos en la tienda Apple para vender canciones a menos de un dólar. El modelo Netflix es similar, pero con televisión y cine. Y la televisión y el cine, a diferencia de la industria musical, ha sido reacia a adoptar nuevos modelos de negocio. Hasta que el éxito arrollador de Netflix les ha hecho bajar la cabeza.

Pero no todos los emprendimientos tecnológicos hacen sonar las trompetas. Twitter pasa tragos amargos, a pesar de su enorme popularidad. Con más de 350 millones de usuarios y reconocida como la red social más influyente en la opinión política mundial, sorprendentemente no resulta atractiva para los inversionistas. A lo largo del presente año Twitter ha obtenido cifras muy magras y los peores resultados desde que llegó a la bolsa a finales de 2013. Sus ingresos alcanzan 602 millones de dólares y la empresa parece estancada en el crecimiento de ingresos y de número de usuarios.

La gran mayoría de redes sociales que surgieron como emprendimientos y crecieron hasta alcanzar éxito mundial, ya fueron vendidas a empresas tecnológicas gigantes: Facebook absorbió a Instagram y Whatsapp; Microsoft adquirió a Linkedin; y hasta Yahoo, en plena caída de valor, encontró quien se interesara por ella y está a punto de cerrar su venta a Verizon. Twitter, entre tanto, parece la chica que nadie quiere sacar a bailar. Facebook, por ejemplo, ha crecido durante el presente año 60 por ciento en facturación y 184 % en beneficios netos y cada mes suma 20 por ciento más de nuevos usuarios, especialmente en dispositivos móviles. Con 1.130 millones de usuarios activos, Facebook es la red social más saludable de la economía digital, en tanto Twitter afronta días tormentosos.

A finales del pasado mes se rumoró sobre la posible venta de Twitter y medios especializados especularon con un supuesto interés de Disney, Apple, Google y Salesforce.  Cada una de ellas negó tener interés, por diferentes razones. Es todo un tema de discusión por qué Twitter no parece viable económicamente, a pesar de su incidencia en la opinión pública. Algunos analistas lo atribuyen al fuerte matoneo presente en las comunicaciones a través de esta red y otros en la dificultad de monetizar contenidos de tan solo 140 caracteres. Desde el regreso hace poco más de un año de Jack Dorsey a la dirección de la compañía, el fundador de Twitter ha hecho de todo para mantenerla a flote, incluyendo cambios en la plataforma tecnológica como la incorporación de video. Pero un comunicado interno de Dorsey a los empleados, dado a conocer la semana pasada, parece indicar que la venta es el único camino que le queda a la compañía de los trinos.

Publicado originalmente en SEMANA, edición 1.799, 2016

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