Silicon Valley ya no es sagrado ni intocable
Cada vez más voces influyentes reclaman el fin del social media como lo hemos conocido hasta ahora, y la urgencia de dividir en empresas más pequeñas y menos poderosas a Facebook, Google y otras gigantes tecnológicas que dominan Internet.
Empezó como una propuesta un tanto extremista, de Elizabeth Warren, precandidata demócrata respetada, pero con escasas probabilidades de llegar a la Casa Blanca, porque marca poco en las encuestas. Después se sumó Nancy Pelosi, y acaban de adherir Joe Biden y otros aspirantes demócratas, y también el candidato Bernie Sanders; y hasta el cofundador de Facebook, Chris Hughes, quien también pidió dividir a esta empresa porque su excesivo poder es peligroso para la estabilidad mundial. Cada vez más personas e instituciones influyentes se suman a la propuesta de fraccionar a las cinco o seis más poderosas compañías tecnológicas norteamericanas, porque han abusado de su poder y los estragos de su crecimiento descomunal amenazan a la economía global, a la democracia, a la cultura y a la salud de los humanos.
Parece difícil imaginar un mundo sin Facebook, y en donde Google y Amazon son empresas apenas de tamaño medio que no tienen el poder para imponer sus reglas en el mercado; un mundo en donde el pez grande no devore al chico de un solo mordisco. Parece difícil, pero no es imposible. Hay cada vez mayor consenso en que la extrema concentración en manos de unas pocas compañías globales podría estar amenazando la innovación y el crecimiento económico. Entre los inversionistas de riesgo existe el término “zona de muerte”, para referirse al momento en que las jóvenes startup son percibidas como una hipotética amenaza para las gigantes tecnológicas. Prácticamente es aceptado que el único futuro posible para un emprendimiento en Silicon Valley es ser adquirido o morir aplastado por una gigante. La genial Nest, que causó furor con sus nuevos productos para el hogar conectado, fue engullida rápidamente por Google, que quiere dominar el negocio de la domótica. Una vez que Facebook adquirió a Instagram, la carrera terminó para Pinterest, Snapchat y otras plataformas más ingeniosas y creativas que le competían a Instagram.
El número de startup estadounidenses registra una alarmante caída sin pausa durante los últimos trece años, según estudio publicado en Axios. Durante los ochenta, los noventa y hasta 2005, los emprendimientos tecnológicos surgidos en Silicon Valley fueron el principal motor de la economía norteamericana, y en ese contexto se forjaron algunas de las grandes marcas tecnológicas que hoy gobiernan el negocio. Pero las más exitosas – que se pueden contar con los dedos – en su voraz expansión adquieren a cuanto emprendimiento innovador surge como una futura amenaza, o eliminan a sus rivales gracias al poder de sus plataformas. Un estudio de la Reserva Federal encontró que el número de empresas jóvenes en ciclo de crecimiento ha disminuido en Estados Unidos.
Cuántas alternativas a Facebook intentaron colarse en la preferencia de los usuarios, ofreciendo características claramente superiores. Vero se fundamentaba en el respeto a la privacidad y no recopilaba datos de los usuarios ni utilizaba algoritmos para modificar el “feed”. Diáspora se basaba en código libre y descentralizado, con tecnología Blockchain, para mantener la transparencia de la plataforma. Pero les fue imposible competir contra Facebook.
Un reciente informe de Internet Society advierte que la excesiva concentración de Internet ha reducido la libre competencia en los mercados mundiales, y señala casos como el mercado de servicios de infraestructura (nube, distribución de contenidos y servicios basados en la Web), en manos de tres empresas; Amazon Web Services, Microsoft y Google. Facebook y Google concentran el 84 por ciento de la inversión mundial en publicidad digital. Amazon tienen el 49,1 por ciento de las compras en línea. Por países, cinco naciones tienen la innovación tecnológica en sus manos. China, Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Taiwán. Los demás sólo les compran tecnología, según el estudio más fresco de OCDE. Estos cinco países han movido entre el 72 por ciento y el 98 por ciento de las tecnologías en 25 campos concretos en los últimos cinco años.
No se trata de una preocupación solo de las izquierdas y de los demócratas. El mismo Donald Trump intentó frenar la fusión de AT&T y Time Warner. Estados Unidos tiene tradición en esto de fraccionar empresas y liquidar monopolios. El caso más emblemático ocurrió cuando el presidente Theodore Roosevelt rompió a Standar Oil. Las economías necesitan competencia y por eso existen las leyes antimonopolio.
Pero no es cuestión solo de controles antimonopolio, que ya serían suficiente razón para dividirlas. Chris Hughes, que estuvo sentado con Mark Zuckerberg y Dustin Moskovitz en aquella habitación de Harvard en donde los tres concibieron la que es hoy la más poderosa red social del mundo, dijo que “Mark es una persona buena y amable. Pero me enoja que su fijación con el crecimiento lo haya llevado a sacrificar la seguridad y la civilidad a cambio de más clics”, en un artículo reciente en The New York Times, que sacudió la discusión. Aunque parecía que no, el escándalo de Cambridge Analytica melló un poco la confianza de los anunciantes en Facebook, en los influenciadores, y en las promesas quiméricas del marketing digital automatizado. La promesa de la publicidad digital empieza a desinflarse. Nadie puede probar que las campañas dirigidas por algoritmos resultan más efectivas. Cada día se destapan casos de publicidad supuestamente contextual que es desplegada a los públicos equivocados. Algunos conocedores profundos de los negocios de Silicon Valley se atreven a señalar que la era de las redes algorítmicas en donde la información personal, las noticias falsas y el spam conviven juntas, podría estar llegando a su fin y esta sería la razón por la que el centro de la innovación global es cada vez menos Silicon Valley, y cada vez más China y su explosión de startups apoyadas por el gobierno de ese país.
En el último par de años, Europa ha impuesto dos multas por casi 5.800 millones de dólares a Google por abuso de posición dominante en el mercado de búsquedas, y es casi seguro que la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos impondrá una sanción a Facebook por alrededor de 5.000 millones de dólares, debido al manejo irresponsable de los datos de los usuarios. Y hay propuestas detalladas en relación con un futuro endurecimiento de los controles antimonopolio en caso de una victoria demócrata en Estados Unidos, como la de Elizabeth Warren, que obligaría a dividirse en empresas más pequeñas a Amazon, Facebook y Google (después incluyó a Apple también) para restarles poder, y les impedirá vender sus propios productos en sus plataformas en línea. “O corres la plataforma o vendes productos en ella, pero no las dos cosas”, dijo. En la tienda iTunes no podrían venderse productos de Apple, sino solo de terceros. Y así en Amazon.com. Pero hay más; revertiría las mega adquisiciones más emblemáticas ocurridas en los últimos diez años: Las compras de Instagram y Whatsapp que hizo Facebook, la recién aprobada fusión de Time Warner y AT&T, la compra de Waze por Google, entre otras.
Los aplausos y la admiración hacia las marcas emblemáticas de la economía digital norteamericana empiezan a convertirse en dedos acusadores, porque lo que está ocurriendo, especialmente con las redes sociales, genera un verdadero malestar en la cultura y en la economía. Y es hora de hacer algo al respecto.
Publicado originalmente en revista SEMANA, edición 1935, junio de 2019
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