Altavoces inteligentes: la nueva fiebre
Ya se conocen las bondades y los riesgos del dispositivo que empieza a desplazar al televisor en el centro del hogar. Pero estos parlantes tienen un lado problemático: amenazan la privacidad.
Usted puede apagar las luces de la casa a la vieja usanza, caminando entre tumbos hasta el interruptor en la pared. O puede decir “OK Google. Apaga las luces” sin levantarse del sofá, y seguir durmiendo mientras suena música relajante. No es que cambie radicalmente la vida de los humanos, pero cada persona que probó uno de estos altavoces inteligentes ya no quiso desprenderse de él. Solo entre abril y junio del presente año las ventas mundiales se incrementaron 55 por ciento, con 26,1 millones de nuevas unidades vendidas de todas las marcas. Un ritmo de crecimiento apenas comparable con el que tuvo el smartphone en sus inicios, y los colombianos comienzan a abrazar esta nueva fiebre tecnológica.
Los parlantes inteligentes seducen al público porque se les puede hablar coloquialmente y más o menos entienden y responden. Llevan dentro alguno de los asistentes de voz que compiten en la dura carrera de la industria por conquistar el negocio de la Inteligencia Artificial aplicada al procesamiento del lenguaje natural: Alexa, de Amazon; Siri de Apple, o Google Assistant, que son los más conocidos en el lado occidental del planeta. Son los mismos asistentes que se encuentran en los teléfonos más populares (los de sistema operativo Android o iOS), pero por alguna razón la gente en el smartphone los utiliza poco, casi siempre para pedir una llamada y hasta ahí. Instalados en un parlante en casa se convierten en mucho más. Son como un sistema manos libres en el hogar. La idea de una casa conectada (Domótica, como se llama técnicamente) se ha intentado desde hace muchos años, pero solo hasta la aparición de los altavoces empieza a cobrar vida real en los hogares. En las secciones de tecnología de las grandes superficies en Colombia ya se consiguen cerraduras, cámaras, bombillos e interruptores con conexión inalámbrica, que reciben las órdenes que les damos a través de los parlantes inteligentes.
El rey del mercado global es Amazon, con su serie de parlantes Echo y su asistente de voz Alexa. Uno de cada cuatro parlantes vendido en el mundo es de Amazon, con 25,4 por ciento de las ventas. El segundo lugar lo ocupa la firma china Baidu, con 17,3 por ciento (solo venden en el mercado asiático), el tercer puesto lo tiene Google, con el 16,7 por ciento; y en los puestos cuarto y quinto las marcas chinas Alibaba y Xiaomi, con 15,8 y 10,8 por ciento, respectivamente.
La razón del éxito de Amazon está relacionada con la potente inversión que esta compañía ha realizado en investigación y desarrollo de Inteligencia Artificial, lo que puso a Alexa en el primer lugar entre los asistentes con los que es más fluido hablar; pero también con el esfuerzo que la empresa hace en proporcionar contenido local en cada país en donde el producto se vende. No están presentes en el mercado colombiano, y no hay planes de llegar acá, por el momento, pero están en México desde el año pasado, en donde han tenido mucho éxito gracias a acuerdos con Televisa, Azteca, Reforma y muchos medios más, que permiten a sus usuarios escuchar en streaming las noticias en vivo, pedir domicilios y reservar sillas en Cinépolis.
Google Home acaba de aterrizar en Colombia, y es el primer hardware de la empresa que llega al mercado nacional. Por ahora con el modelo más básico, el Home Mini, que ofrece todas las prestaciones de los modelos más grandes, pero a precio accesible. Google ha descuidado un poco la oferta de contenido colombiano (de momento solo podcast de algunos medios), pero ha construido un interesante ecosistema de dispositivos conectados para el hogar, que hacen que el parlante cobre relevancia: interruptores TP-Link, bombillos inteligentes Philips, televisores, cámaras de seguridad y muchos electrodomésticos que son compatibles con Google Home y que ya están disponibles en las grandes superficies. Además, Google confía en sus propios contenidos: las búsquedas detalladas en cualquier barrio y ciudad del país, el acceso al calendario de cada usuario, y Youtube para la música.
El uso más popular de estos dispositivos es la transmisión de música en streaming. La calidad del audio va desde aceptable a muy buena, y los mejores son – a juicio de los expertos en audio digital – los Echo de Amazon, el HomePod de Apple y los altavoces inteligentes de Bose, con Alexa integrado. En el Home Mini de Google están disponibles los servicios de música de YouTube y de Spotify y el usuario puede pedir una canción específica, o que suene de manera continua una lista de canciones de un género o un artista en concreto. Y en medio de la canción se le puede preguntar por información sobre el vocalista.
El problema
Los parlantes tienen, no obstante, un lado problemático: amenazan la privacidad. El último año ha sido particularmente complicado en esta materia. El mes pasado se supo que los fabricantes tienen equipos de empleados y contratistas humanos escuchando una porción muy pequeña, menos del uno por ciento, de las conversaciones. Hay que decir que el objetivo era claro: no se trata de labores de espionaje, sino que Alexa, Siri y Google no comprenden todo lo que se les dice. Las órdenes que estos sistemas no pueden procesar son enviadas a humanos que las escuchan y tratan de enseñar a las plataformas nuevos conceptos y términos. Y aunque las compañías informaron que las personas que escuchaban las grabaciones no tenían información alguna acerca de los usuarios, ni de su identidad ni ubicación, en todo caso escucharon conversaciones íntimas, gente teniendo sexo, acuerdos de negocios y peleas familiares, en las que los usuarios activaron sin saberlo al asistente. La presión hizo que Apple, Amazon, Google y Microsoft (dueña del asistente de voz Cortana) suspendieran este procedimiento. Los parlantes, teóricamente, solo se activan cuando se les dice una cierta palabra clave, como “Ok, Google”, o “Alexa”, pero se han dado casos de activación cuando el dispositivo creyó escuchar la palabra clave en medio de una conversación.
Hay que tomar precauciones: Los altavoces tienen un botón que apaga por hardware el micrófono y hay que apagarlo si no se va utilizarse. Es preferible agregar una contraseña a las compras, para que nadie acceda a su tarjeta de crédito a través del altavoz. Y hay que eliminar los registros de voz periódicamente. Cada usuario es dueño de su información y debe hacerse cargo de eliminarla.
Aunque estos dispositivos tal vez llegarán a ser tan omnipresentes como el televisor, tardan en arribar a cada país porque localizar el asistente de voz es una tarea compleja. Hay que asegurarse de que entienda la misma orden dada por un costeño, un caleño o un santandereano, y en eso todavía son muy limitados. El procesamiento del lenguaje natural es un campo difícil, en el que la industria tiene todavía mucho camino por recorrer. No es que uno pueda conversar con un dispositivo de estos acerca del acontecer político nacional. En realidad, sólo reciben órdenes, pero los laboratorios ya trabajan en cuestiones avanzadas, como lograr que los asistentes identifiquen la salud de un usuario por su respiración y puedan alertarlo (ya hay ensayos exitosos), y desde luego, en su utilización para acompañar a las personas que viven solas, y padecen uno de los problemas emocionales más en boga en el mundo.
En síntesis, se puede, desde luego, vivir sin estos dispositivos, pero si se tienen hay que convertirlos en algo realmente útil. Desde cocinar siguiendo una receta dictada por el parlante, al que se le puede pedir muchas veces que la repita sin temor a que juzgue la incompetencia culinaria del usuario, hasta controlar la seguridad perimetral de una casa y el consumo de energía, automatizar rutinas, programar la cafetera para que tenga listo el tinto de la mañana, jugar a quién quiere ser millonario, hacer reservas en un restaurante o escuchar las noticias y saltar entre emisoras o entre listas de canciones utilizando solo la voz. Ya no hay vuelta atrás; los altavoces están tomando un lugar relevante en la cultura digital.
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