Campeones de la mentira digital
A los éxitos de Egan, Caterine y Cabal y Farah, se suma uno más: nuestros líderes políticos son finalistas en el campeonato mundial de las noticias falsas, el odio y la manipulación de conciencias en Internet.
Los deportistas colombianos cosechan aplausos y trofeos en los escenarios internacional mientras nuestros líderes políticos están considerados entre los más ruines del mundo en el uso de las redes sociales en época de elecciones. Casi ninguno cumplió el pacto de jugar limpio en la campaña electoral de octubre. Un reciente informe de la Universidad de Oxford ubica a Colombia entre los diez países más nocivos en tecnopolítica, considerando todas las plataformas sociales. Twitter se ve a gatas en la bolsa de Nueva York, por la débil acogida que tiene en la mayoría de los países, pero en Colombia goza de vitalidad gracias a que cada mañana, muy temprano, los uribistas, los petristas, y los de casi todas las orillas, dan vida artificial a esta plataforma, con violentas afirmaciones, amenazas, mentiras y matoneo. Las cifras más duras del reporte de Oxford nos deberían avergonzar: En el uso de ciber tropas que manipulan tendencias en las redes sociales, Colombia es el segundo a nivel mundial en la plataforma Whatsapp, el tercero en Youtube, el noveno en Twitter, y el décimo en Facebook. El estudio identifica a partidos políticos y contratistas privados como autores de estas infamias. En Colombia se utilizan bots (cuentas falsas a cargo de software que simula la conducta humana) y tropas de personas contratadas para trinar mentiras en coro y a grito herido, y así lograr que el algoritmo de la plataforma lo convierta en tendencia. Recuérdese que al algoritmo de las plataformas sociales no le importa si algo es mentira o verdad; solo que sea masivo, tal como hace la televisión con la búsqueda del rating.
No hay evidencia del uso en Colombia – por ahora – de otras técnicas, como el hacking o robo de cuentas legítimas (acaba de ocurrir en España con Albert Rivera, el líder de Ciudadanos) ni del modelo más sofisticado conocido como Cyborg, que combina bots y curación a cargo de humanos. Son técnicas más costosas y podrían afectar el presupuesto para tamales y aguardiente.
En los 70 países en donde se utilizan estas estrategias, dice el informe The Global Disinformation Order 2019, los partidos políticos hacen las mismas cosas: atacar a la oposición y organizar campañas de desprestigio; distraer o desviar conversaciones o críticas lejos de asuntos importantes; estimular la polarización; y suprimir la participación a través de ataques personales o acoso. Nada que no veamos a diario en la Internet colombiana. Diestros en el feo arte de la canallada digital, los partidos políticos más importantes del país disponen de ejércitos de opinadores, y son clientes frecuentes de las granjas de bots, en donde compran seguidores falsos para hacer creer a la gente que gozan de respaldo popular. Las estrategias preferidas de los partidos políticos en Colombia son, según el reporte, la desinformación y el “trolleo”, que consiste en masacrar con comentarios violentos a los adversarios.
Más triste que hacer política de esa manera, es el hecho de que funciona y tiene éxito. Gente de todas las condiciones socioeconómicas y culturales prefiere informarse acerca del acontecer nacional en Twitter, en donde se destila rencor y pulula la mala leche, en lugar de la Web, en donde las páginas oficiales de analistas, medios, blogueros serios e instituciones reconocidas ofrecen información algo más confiable. Activistas europeos advirtieron desde hace varios años que los sitios Web sucumbirían ante el poder de las apps. Lo llamaron la privatización de Internet. Y ya está ocurriendo.
Y es muy fácil hacerlo sin resultar incriminado. Los estrategas de campaña colombianos contratan a empresas que venden “tendencias”, las cuales operan desde el exterior. Las ciber tropas pueden realizar su tarea desde China o cualquier otro país, protegidas mediante una VPN (una tecnología de redes que asegura el anonimato), y el pago por estos servicios se realiza a través de cuentas internacionales, de tal modo que los partidos pueden volarse los topes de gastos sin peligro de ser detectados. También es más económico: Una valla publicitaria en Bogotá exhibida durante un mes puede costar 23 millones de pesos, mientras que una campaña sucia en Facebook sale por dos millones, y es más efectiva debido a la segmentación precisa de públicos que la plataforma permite.
Andrés Guzmán, director de la maestría en protección de datos de la Universidad Sergio Arboleda, advierte que el producto más comprado por las campañas no es la promoción de imagen positiva para su candidato, sino la destrucción de la imagen del adversario. “La pauta negra es mucho más efectiva que la pauta positiva”, afirma. ¿Cómo es posible que el odio sea más fácil de promover? El psicoanálisis tiene una respuesta. “El odio suele hacer una sólida trinca con el amor y la ignorancia: entre más se ama al líder más se odia a su adversario, menos se quiere saber, más se ignora”, explica la profesora Belén del Rocío Moreno, de la Universidad Nacional. La sociedad neoliberal, con su incitación al consumo, a la satisfacción inmediata, al narcicismo y al individualismo, acarrea un fracaso cultural en el intento de civilizar el odio. “De ahí la escalada de odio y destrucción a la que asistimos”, agrega Moreno.
La semana pasada brindó ejemplos magníficos: no es cierto que el hijo de Gustavo Petro confesó en una entrevista en El Tiempo que su padre se drogaba en frente suyo, como difundieron seguidores del Centro Democrático en las redes. Colombiacheck verificó que la entrevista existe, pero Nicolás Petro no dijo semejante cosa. Desde la otra orilla también se miente; la foto de encapuchados escondiéndose en automóviles de la Policía después de – supuestamente – incendiar la sede del Icetex, es una manipulación y no ocurrió durante los acontecimientos allí citados. Y ocurre en todo el territorio nacional; en Bucaramanga están circulando tres encuestas falsas sobre intención de voto; en Tuluá inventaron que un candidato está inhabilitado por el Consejo Nacional Electoral; y no es cierto que un candidato a la alcaldía de Manizales propuso aumentar las multas de tránsito. Todas estas mentiras fueron inventadas por partidos políticos rivales, y todas fueron dadas por ciertas por una gran parte de los 32 millones de fanáticos de las redes sociales en el país, y compartidas masivamente.
La tecnopolítica sucia parece no tener solución en el corto plazo. La psicoanalista Moreno cree que los odios se incitan y capitalizan a conveniencia, de ahí que siempre es necesario preguntarse quién obtiene el lucro derivado de tanto odio. No es que los colombianos somos así y no se pueda hacer nada; hay unas condiciones históricas que dieron origen al problema y que podrían cambiar. De hecho, señala la docente, “tenemos múltiples enseñanzas de colectivos que han sufrido los embates de la guerra y no por ello se engarzan en una estela de venganza”. Andrés Guzmán es más escéptico. En su opinión, el pacto ético que promovió el registrador nacional Juan Carlos Galindo, y que suscribieron hace un mes la mayoría de grandes partidos “es un saludo a la bandera”. Las estrategias de desprestigio al adversario son utilizadas en Colombia no solo en las elecciones populares, sino incluso en procesos cerrados en el Congreso, como la elección de registrador, de procurador y de contralor. De tal modo que, en opinión de Guzmán, el único candidato que jugó limpio y transparente en la presente temporada es Juanpis González. A tal punto hemos llegado.
Publicado originalmente en semana.com, 23 de octubre de 2019
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