El paro en la era digital

Como era previsible, una guerra de desinformación y noticias falsas ha comenzado en Colombia, en donde se entiende al revés la verdad acerca de cómo funcionan las redes sociales.

Por Álvaro Montes

Las redes sociales otra vez están jugando su eterno papel de escenarios para la desinformación, las noticias falsas y la polarización extrema de los conflictos sociales. Los colombianos más jóvenes creen que las redes juegan un papel importante en la denuncia de los abusos de la Policía durante la represión de las manifestaciones. Hay que recordar que las luchas sociales y la protesta existieron desde antes de la era digital, y sin Facebook ni Twitter las organizaciones de Derechos Humanos en los años ochenta y noventa pudieron documentar la violencia y llevaron incluso a estrados judiciales internacionales al Estado colombiano, por casos de violación de derechos fundamentales. Los grandes conflictos sociales de las décadas anteriores en la historia de Colombia quedaron registrados, y no hay evidencias que prueben que en la era del smartphone los casos de violencia, represión y la vulneración de derechos sean más castigados que en el pasado, o que más vidas sean salvadas, simplemente porque son filmados y transmitidos en vivo.

También caen en un error quienes piensan que las redes sociales provocan los desmanes y que una mano oscura digital mueve los hilos del vandalismo mediante trinos y grupos de Whatsapp. Se utilizan estas plataformas, desde luego, como se utilizaban el mimeógrafo, el megáfono y el perifoneo años atrás, pero hechos repudiables de vandalismo y saqueo de tiendas como los que hemos visto esta semana se presentaron también durante el legendario Paro Nacional de 1977 – sin duda el más influyente del último medio siglo – y no había manos oscuras dirigiendo desde Facebook el bogotazo del 9 de abril de 1948.

Hay que recordar que las luchas sociales y la protesta existieron desde antes de la era digital, sin Facebook ni TwitterNaturalmente, las redes sociales han sido utilizadas a fondo esta semana en Colombia, en todas las formas en que es posible utilizarlas. Para denunciar ataques injustificados de la fuerza pública contra los manifestantes, para demostrar la presencia de fuerzas organizadas que coordinan el vandalismo y para desprestigiar a todos los bandos en refriega. Esto último, en particular, a través de la ya conocida estrategia de noticias falsas, que tanto daño ha causado en todo el planeta.

No hay evidencias que prueben que en la era del smartphone los casos de violencia, represión y la vulneración de derechos sean más castigados que en el pasado, o que más vidas sean salvadas, simplemente porque son filmados y transmitidos en vivo.

La semana que termina fue especialmente pródiga en fake news, y la estrella fue la noticia falsa de que Cali había sido desconectada de internet para que la población no divulgara una masacre en el barrio Siloé. En cuestión de horas todos los caleños lo creían, y lo más surrealista es que lo replicaban a través de las redes y el Whatsapp que corren sobre la internet que decían que había sido cortada. Y hasta medios de comunicación nacionales, de tradición y respeto, la dieron por cierta. El ministerio de las TIC y los operadores informaron la realidad del caso: daños causados por vandalismo provocaron la ruptura de una línea de cable, con lo que algo más de 7.000 abonados de Movistar, en una zona muy lejana de Siloé, quedaron sin servicio. No hubo desconexión de la ciudad y a nadie le sirve un país desconectado, bajo ninguna circunstancia.  Creer lo contrario es no entender la lógica del negocio de las telecomunicaciones mundiales.

Lo que sí resultó cierto es que Facebook e Instagram tuvieron problemas justo en esos días, por una actualización técnica, según explicó la propia compañía, y las “stories” no funcionaron correctamente, así que muchos de los videos que filmaba la ciudadanía en paro, no fueron publicados el 6 de mayo. Por más que eso suene sospechoso – porque suena a rara coincidencia – Instagram informó que ocurrió en todos los países en donde opera, y que manifestantes en muchos de esos países (recuerden que Colombia no es el único lugar en donde hay conflictos sociales) creyeron que se trataba de un sabotaje particular contra ellos. Adam Mosseri, el director de Instagram (que probablemente ni sabe en dónde queda Colombia y no tiene nexos con nadie acá) dijo en su cuenta oficial: “Ayer (jueves 6 de mayo) experimentamos una falla técnica, que impactó las ‘stories’ de millones de personas en todo el mundo, así como sus ‘highlights’ y archivos”. Muchos pensaron que estábamos removiendo contenido por el tema o por el hashtag usado, pero esta falla no se relacionó con el contenido y fue más bien un fallo técnico generalizado que ya ha sido reparado”. Y agregó: “Gente de todo el mundo -de Colombia a Jerusalén- usa nuestra plataforma para compartir lo que sucede. Sabemos que fue una mala experiencia. En últimas, soy el responsable de la estabilidad de Instagram, así que lo siento mucho”.

El periodista Diego Santos dijo algo que comparto totalmente: “¿De verdad, ustedes creen que Mark Zuckerberg está en El Ubérrimo recibiendo órdenes de Uribe?”  Colombia es un mercado insignificante para Facebook (propietario también de Instagram), por lo que es ridículo creer que estas redes sociales se tomarían la molestia de crear un algoritmo específico para aplicarlo en Cali esta semana, en favor del Esmad. Quienes así lo creen no entienden un comino acerca del funcionamiento de la economía digital global.

Sobre el poder nocivo de los algoritmos hemos publicada muchas notas, y hay que entender que el negocio de las redes sociales es la polarización, no la moderación, y que les encanta el contenido que eleva la temperatura y enardece a los usuarios, porque eso genera tráfico, que es en donde reside su modelo de negocio. Muy al contrario de lo que creen hoy los activistas en Colombia, cuando estas redes han moderado (o censurado) contenido lo han hecho debido a la fuerte presión social de los demócratas, los movimientos sociales y los líderes de opinión progresistas de Estados Unidos, para evitar el triunfo de Donald Trump, contener las tendencias más ultra conservadoras, que promueven la violencia contra los manifestantes, y erradicar al peligroso QAnon.

“¿De verdad, ustedes creen que Mark Zuckerberg está en El Ubérrimo recibiendo órdenes de Uribe?”  Colombia es un mercado insignificante para Facebook Pero la esencia de la era de la posverdad es que, si se repite muchas veces una mentira, la sociedad empieza a creerla. Fredy Vega, el CEO de Platzi observó algo importante: el gráfico de Netblocks que miles levantaron como prueba reina, ponía en evidencia exactamente lo contrario a lo que quisieron indicar: Si un gobierno quiere cortar internet, no cortará solo el 15 por ciento del servicio de un operador, que es lo que el gráfico muestra.

Y hubo (y habrá a lo largo de las próximas semanas) muchos videos falsos exacerbando los ánimos, en un sentido y en otro, disparados desde todas las orillas, porque en la cultura del “todo vale”, está justificado decir mentiras en las redes. Álvaro Uribe dijo que el ELN patrullaba las calles de Jamundí, y tuvo que borrar ese trino falso; y otro trino suyo fue bloqueado por Twitter, debido a que violaba las reglas de uso de esta plataforma. Y también circularon videos de policías drogándose antes de atacar a los manifestantes, hechos ocurridos en Chile año atrás y que fueron presentados como acaecidos en Cali esta semana. Y así, centenas de noticias falsas circulan en las autopistas digitales colombianas, sin que nadie se ruborice.

Y Anonymous (lo que sea que ese nombre signifique) entró en escena. El grupo ya famoso y reconocido mundialmente, atacó con éxito las web del ejército, del congreso y la presidencia y logró por unos minutos lo que se conoce como desfiguración de contenidos. Anonymous, por más seductor que suene, no ha logrado cuajar como el ejército hacker internacionalista y organizado que prometía ser hace algunos años. En realidad, bajo esa etiqueta se han realizado acciones a veces importantes, pero intermitentes, esporádicas y no siempre originadas en las mismas fuentes. Pero la presencia de acciones de Anonymous coloca la cereza en el pastel para el mundo que muchos, especialmente desde la ultra derecha, quieren ver: que hay una conspiración maléfica desde algún país extranjero para desestabilizar a Colombia. Como si no existieran en nuestro suelo suficientes motivos para explicar la desestabilización social que vivimos.

De la mayor importancia es en la actual coyuntura respaldar el trabajo de los verificadores de información, como ColombiaChek, que ayudan como pueden a combatir las noticias falsas. Las redes sociales han sido importantes también desde una perspectiva constructiva. Se han ventilado opiniones, conversaciones respetuosas de voceros políticos y sociales y se han divulgado denuncias graves. Solo que el tono sereno de una conversación civilizada no gusta al algoritmo, que prefiere hacer visibles los insultos y los contenidos que enardecen y polarizan. Porque allí está el negocio, socio. Es a eso a lo que hay que poner fin.

 

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