Inventos estúpidos

Hay más de los que uno podría imaginar.

La imaginación no siempre lleva a cosas buenas y suele ocurrir que los inventores desinflen al público con sus innovaciones. De hecho, sólo unos cuantos de los muchos intentos realizados terminan en productos exitosos y realmente útiles para la vida del hombre. Bueno, lo de útiles para la vida del hombre no tiene que aplicar siempre si pensamos en la tecnología atómica, la pólvora o el televisor; pero lo de exitosos sí. Los historiadores de la tecnología han verificado que la mayoría de los inventos cumplen un ciclo que va desde su origen con fines militares, luego su paso a la explotación industrial o comercial y por último la llegada al gran público. Así ocurrió con Internet, con el computador, la rueda, los viajes espaciales y el helado de vainilla, que lo inventaron los chinos para mejorar el menú en los banquetes imperiales varios siglos antes de Cristo.

Pero al lado del papel, la imprenta, la máquina de vapor y Netflix – invenciones que cambiaron la historia del hombre – hay también artefactos y tecnologías que pasaron sin pena ni gloria por los anales del ingenio humano. Por ejemplo, el ingeniero español Eduardo Segura inventó el Lavakan, una máquina para lavar perros, que orgullosamente mercadea en Internet.

Lavakan, la máquina para lavar perros.

Un tal Jay Schiffman, en Michigan, Estados Unidos, inventó el AutoVision, un proyector que permite conducir auto y ver televisión al mismo tiempo y Buck Weimer, en Colorado, inventó el Under-Ease, un calzonzillo con filtros de carbón que elimina el mal olor de las flatulencias antes que éstas escapen. De acuerdo, no es un invento tan inútil después de todo.

Para mejorar la raza humana, a Robert Klark Graham se le ocurrió crear un banco de esperma que sólo recibe donaciones de premios Nobel y medallistas olímpicos. Graham fue uno de los inventores de los lentes de contacto – esos sí muy útiles – y sustenta su Repository for Germinal Choice, que así se llama el banco de esperma de élite, como “una forma de buscar un futuro un poco más creativo”.

Si su gato tiene la costumbre de caminar sobre el teclado del computador, adquiera el PawSense por 19,99 dólares, un programa que bloquea las teclas cuando el gato camina sobre ellas mientras usted va a la cocina por una taza de café. Y si sospecha que su esposo le es infiel, puede encargar de Japón un aerosol que detecta trazas de semen en la ropa interior y que una compañía de detectives privados en Tokyo vende masivamente por estos días. Revisar los registros de las oficinas de patentes hace que uno se pregunte si los inventores están pasando demasiado tiempo frente al televisor.

El caso Penrose

Sir Roger Penrose, el mito viviente de la física contemporánea, creó un juego matemático conocido como “Los mosaicos de Penrose” que permite crear diseños complejos con dos figuras geométricas que siguen patrones que no se repiten. Penrose es realmente genial y no ha hecho nada estúpido hasta ahora (aparte de aparecer desnudo en su página de Internet), pero en 1997 la compañía Kleenex utilizó su sistema para producir papel higiénico con diseños exóticos. Al regresar su esposa del supermercado, Penrose descubrió lo que estaban haciendo y demandó a la compañía por derechos de autor y porque hay cosas más edificantes que pueden hacerse con su modelo matemático que utilizarlo para remover heces.

Aunque hay necesidades humanas que reclaman con urgencia la implementación de soluciones tecnológicas avanzadas, Jean-Philippe Clerc, un estudiante de ingeniería mecánica de la Universidad de Florida, utilizó complejos conceptos de Inteligencia Artificial para crear un robot especializado en destapar botellas de cerveza.

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