La culpa no es de los usuarios

El servicio de internet en Colombia tendría que comportarse bien, pues la capacidad del país en conectividad no ha sido amenazada por la cuarentena.

Por Álvaro Montes

En el cuarto reporte de tráfico de internet durante la cuarentena, con corte al 26 de abril de 2020, la Comisión de Regulación de las Comunicaciones informó que el uso responsable de internet por parte de los colombianos ha impedido la congestión de redes y que no se ha copado la capacidad que tiene el país en materia de conectividad. Entonces, ¿por qué las autoridades y los proveedores siguen pidiendo a los usuarios moderar el consumo de internet en casa? De alguna manera se ha querido culpar a los usuarios por el serio atasco en el ancho de banda que están viviendo los colombianos confinados en sus hogares. Pero la “culpa”, si es que cabe el término, hay que buscarla en factores diferentes, relacionados con debilidades en el servicio que prestan los proveedores de internet, acostumbrados en su mayoría a ofrecer anchos de banda reducidos. También hay problemas con el modelo de reúso, un tema del que las telcos no quieren hablar.

El consumo en las oficinas se redujo notablemente por el teletrabajo, así como el uso de datos móviles, porque la gente está utilizando WiFi, es decir, el acceso que recibe en sus hogares. De tal manera que, examinada de manera global, la transmisión de datos en el país no se ha incrementado tanto como para poner en peligro la conectividad nacional. El cuello de botella está en el internet fijo domiciliario, pero no porque no tengamos las redes suficientes en Colombia, sino porque los proveedores destinan insuficientes canales. Lo han hecho así porque las empresas, es natural, buscan maximizar el negocio; y porque no se había presentado una calamidad que pusiera a prueba la calidad de la banda ancha.

La transmisión de datos en el país no se ha incrementado tanto como para poner en peligro la conectividad nacional. El cuello de botella está en el internet fijo domiciliario. En general, en el mundo se incrementó casi 30 por ciento en uso de internet. El trabajo remoto en casa implicó una demanda importante: videoconferencias, VPN, trabajo colaborativo. Los niños estudiando en casa, con video clases remotas y archivos compartidos; y los menores y los jóvenes jugando más que de costumbre en línea. Los videojuegos online agregan un tráfico importante a la red. También el streaming de video, especialmente por el crecimiento notable de los servicios de Netflix,  Youtube y Amazon Prime. Creció a tal punto el consumo de series y películas que en casi todos los países los gobierno exigieron a estas plataformas transmitir en calidad estándar, en lugar de en HD, para evitar congestiones en las redes. Pero eso, en total, significó en todo el mundo, un incremento del tráfico de Internet del 30 por ciento. En el caso colombiano del 38 por ciento, según estimaciones de la CRC. No es poco, pero no alcanza para poner en riesgo la capacidad instalada en un país como Colombia, que dispone de redes de fibra óptica grandes y capilares, con un NAP para gestionar el tráfico nacional y con 8 cables submarinos.

Un problema que tiene el país es la desigualdad de acceso en las regiones. Una cosa es conectarse a internet en un hogar en Bogotá y otra en Sincelejo o Mocoa. El mismo operador suele prestar servicios de diferente calidad en ambas ciudades. La capital del país es la ciudad mejor conectada y la única en la que hay un proveedor (ETB) que ofrece fibra óptica hasta las viviendas, que es el modelo óptimo, aunque costoso. Porque la fibra óptica cubre las “troncales” por donde circula el tráfico, pero la llamada “última milla”, es decir, el cable hasta cada casa es coaxial, e incluso todavía de cobre en muchas regiones. De hecho, según el más reciente reporte de la CRC, todavía el 24 por ciento de las conexiones a internet en el país se realizan con este cable de cobre. Sólo el 13 por ciento de los suscriptores de internet en Colombia reciben fibra óptica hasta sus edificios, y prácticamente todos ellos están en Bogotá.

El segundo problema es el reúso, una forma de optimizar los costos de infraestructura. El reúso estima, con base en teoría de probabilidades y seguimiento de datos, qué tan probable es que varias casas se conecten con una única capacidad de transmisión de datos al mismo tiempo. Dividen del ancho de banda entre 5 o 10 usuarios, porque es poco probable que los diez lo usen al mismo tiempo. Expertos piden modificar temporalmente el modelo de reúso que se aplica a los hogares. El reúso es normal, no está prohibido y la CRC no monitorea este concepto, porque lo que le importa a la autoridad regulatoria es la velocidad efectiva. El 60 por ciento del tráfico se está quedando en CDN nacionales, ni siquiera se están ocupando redes internacionales. No debería haber problemas de calidad. Lo que pasa es que las curvas de tráfico se le modificaron a los operadores. Las redes se diseñan con base en tráficos, y los mayores flujos de tráfico estaban destinados a las oficinas. Con el confinamiento, el tráfico se genera hoy en las viviendas, y las redes de los operadores no estaban listos para ese cambio.

La CRC considera que, en términos generales, el internet se ha comportado bien en esta coyuntura. Incluso los operadores salen bien librados en el reporte, a pesar de las quejas de los usuarios. “Luego de 28 días de monitoreo, es evidente que los operadores de redes han respondido a este reto exitosamente gracias a la gestión eficiente de sus redes, el aumento en los canales internacionales y la compra de capacidad adicional”, dice el documento. Y es cierto que los operadores más poderosos, los cuatro grandes (Telefónica, TigoUne, Claro y ETB) han adquirido capacidad adicional, por la que han pagado cuantiosas sumas. Ellos tienen la obligación de cumplirle a sus clientes con el ancho de banda prometido en cada contrato y la CRC vigila el cumplimiento. Así que es muy probable que en las próximas semanas se note une mejora en la experiencia de navegación cotidiana en los hogares. Pero quedan por resolverse los cuellos de botella en regiones en donde el servicio es prestado por proveedores de tamaño medio y pequeño, que no tienen capacidad para ampliar sus inversiones en infraestructura. En Colombia hay cerca de 1.000 proveedores de internet de este nivel. Algunos prestan su servicio con excepcional calidad, pero en términos generales, hay muchas diferencias entre ellos.

La pregunta que todos nos hacemos es ¿qué va a ocurrir cuando termine la emergencia? ¿Volverán los flujos de internet hacia las oficinas, o el consumo desde los hogares y el teletrabajo se volverán una norma? Todavía nadie lo sabe.

 

 

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