La tormenta de Samsung
Ni los líos judiciales de sus propietarios, ni los accidentes tecnológicos como el ocurrido con el Note 7, parecen afectar a la coreana Samsung, cuyo valor en bolsa no para de crecer.
El más poderoso efecto teflón parece revestir a la coreana Samsung, cuyo valor en bolsa no para de crecer a pesar de los monumentales problemas que la compañía ha afrontado en los últimos meses. La semana pasada, su presidente encargado Lee Jae-yong, estuvo a punto de ir a la cárcel por pagar sobornos a una asesora del gobierno coreano, quien influyó para lograr la aprobación de una fusión que le ayudaría a Jae-yong a consolidar su control sobre el conglomerado tecnológico. Y mientras la prensa esperaba la decisión del tribunal que estudiaba la petición de la fiscalía coreana de detenerlo, el precio de la acción subía 1,46 por ciento.
Cuatro meses atrás, Samsung había sufrido un duro revés técnico, cuando se descubrieron las fallas en las baterías del recién estrenado Galaxy Note 7, un Smartphone de gama alta orientado al mundo de los negocios y el diseño, que literalmente explotaba durante la carga. El problema se presentó en 24 de cada millón de dispositivos, pero el medio centenar de casos registrados en cuestión de semanas alrededor del mundo fueron suficientes para hacer fracasar estruendosamente el producto. Samsung reaccionó bien y recogió los dispositivos que ya circulaban (más de 2,5 millones de unidades), suspendió la producción y ofreció un plan de compensación para los clientes. Y aunque no era la primera vez que una situación de este tipo de presentaba – ya le ocurrió en el pasado a grandes marcas como Dell, HP y Nokia, entre otras- la dimensión del fracaso del Note 7 hacía pensar que el fabricante pagaría caro el accidente. Los analistas estimaban pérdidas cuando menos de 1.400 millones de dólares y, de hecho, el precio de la acción cayó 10 por ciento cuando se conoció la noticia, a mediados de septiembre pasado. Pero los mercados financieros olvidaron rápidamente el incidente y el precio de la acción de Samsung se recuperó en apenas unas semanas. Enero de 2017 comenzó con magníficas cifras, una acción en 1.464 euros (2,82 por ciento más que al cierre de diciembre), ventas maravillosas en los demás productos y los anuncios de la empresa de que preparaba el lanzamiento de nuevos teléfonos.
La situación de la semana pasada tuvo tintes dramáticos. El presidente encargado de la compañía es el heredero del mítico fundador de Samsung, Lee Byung-chul, y en sus manos está el futuro del imperio creado por su familia. Justo mientras se define la suerte jurídica del heredero, su padre, Lee Kun-hee, quien es el presidente de la empresa y el hombre más rico de Corea del Sur, yace postrado desde 2014 por un infarto al miocardio que le impidió continuar trabajando, razón por la cual Lee Jae-yong, quien en realidad es vicepresidente, asumió la conducción de la empresa.
Samsung es una compañía próspera y exitosa. Nacida en 1938 como un pequeño negocio familiar de percados, frutas y verduras, cuando Corea del Sur no era el gigante asiático, llegó a convertirse en la más poderosa compañía de electrónica del mundo. Para lograrlo tuvo que derrotar a rivales descomunales, como la japonesa Sony, a la que le arrebató el primer lugar en la industria de televisores. La capacidad de innovación y la fuerte inversión en investigación se reconocen como las claves del crecimiento arrollador de esta empresa. Buena parte del milagro económico coreano se debe a Samsung, que mueve aproximadamente una quinta parte del PIB de ese país. Gracias a Samsung, Corea del Sur se posicionó como número uno en los mercados mundiales de electrodomésticos (neveras, lavadoras y todos los productos de la llamada “línea blanca”), derrotando a la industrias norteamericana y japonesa. Pero además, tiene un exitoso desempeño en la industria textil, en la fabricación de barcos y en la construcción, entre otras líneas de negocio. Samsung Electronics, la empresa más reconocida del conglomerado Samsung, tiene además el mérito de primer fabricante mundial de teléfonos móviles. En cuota de mercado está por encima de Apple en la gama alta de Smartphone, con su teléfono Galaxy S7, y en los demás segmentos compite codo a codo con fabricantes chinos.
Cuando la empresa empezaba a reponerse del problema de las baterías en el Note 7, Lee Jae-yong, resultó salpicado en el escándalo que llevó a la separación del cargo de la presidenta del país, Park Geun-hye, en diciembre pasado, tras masivas manifestaciones populares desatadas una vez se conoció el poder inusual del que gozaba su amiga personal Choi Soon Sil, quien al parecer tenía injerencia en delicadas decisiones de Estado, sin ocupar cargo alguno en el gobierno. Choi Soon Sil fue bautizada por la prensa como “la Rasputina coreana”, por la influencia que llegó a tener hasta hace poco sobre el gobierno de ese país. La fiscalía asegura que Choi fungía como poder en la sombra, aconsejando a la presidenta en asuntos variados, desde la estrategia para enfrentar el conflicto con la vecina Corea del Norte, hasta el otorgamiento de favores a empresarios amigos.
El caso parece un guion de Hollywood. La presidenta es hija del famosos dictador Park Chung-hee, quien gobernó a Corea durante los años sesenta y setenta. Siendo todavía una niña, la futura presidenta aceptó asesoría espiritual de un conocido y polémico líder de la secta “Iglesia de la vida eterna”, y siempre se dijo que prácticamente este hombre controlaba su vida. En los informes filtrados por Wikileaks, se conoció un reporte de Embajada norteamericana en Seúl, que informaba lo siguiente: “Abundan los rumores de que el predicador tuvo un control completo del cuerpo y el alma de Park durante sus años de formación y que los hijos de este acumularon una enorme riqueza gracias a ello”. El líder religioso murió en 1994, pero su hija Choi Soon Sil, “la Rasputina coreana” tomó su lugar en el control mental de Park. Cuando esta fue elegida presidenta de Corea, en 2012, la asesora espiritual tuvo influencia ya no solo en su amiga sino en el país entero.
Choi sacó provecho económico de tal influencia y exigió dinero a algunas de las empresas más poderosas del país para asegurar decisiones de Estado favorables. Samsung habría pagado, según la fiscalía, 18,8 millones euros a Choi, a través de donaciones a fundaciones de su propiedad y otros mecanismos, para que ésta lograra que una empresa estatal, el Sistema Nacional de Pensiones, accionista de una de las empresas del grupo Samsung, aceptara la fusión de dos filiales del conglomerado (Industrias Cheil y Samsung C&T). Esta fusión fue calificada como una maniobra del heredero de Samsung para tomar el control del conglomerado.
Desde el fallecimiento del abuelo fundador, Lee Byun-chul, en 1987, la familia ha vivido en medio de fuertes disputas. Su hijo, Lee Kun-hee asumió la presidencia desde entonces hasta el 2014, cuando un infarto lo sacó de circulación. Durante su gestión estuvo varias veces envuelto en escándalos de corrupción y evasión de impuestos, y fue condenado dos veces, aunque perdonado en ambos casos por el presidente de turno, en hechos que le dieron fama a Corea del Sur como país condescendiente con el delito de cuello blanco. De la justicia coreana suele decirse que es fuerte para investigar a las familias más poderosas, pero débil a la hora de castigarlas.
El tribunal que investiga el caso descartó detener a Lee Jae-yong , pero la investigación continúa. El efecto teflón que protege la reputación de Samsung parece explicarse porque la empresa siempre fue gobernada lejos de los problemas de sus propietarios. “Samsung llegó a ser líder mundial porque pudo mantener el control de la gestión lejos de las influencias externas”, explicó el profesor Kim Houng Yu, de la Universidad de Kyung Hee.
Publicado originalmente en SEMANA, edición 1.812, enero de 2017
¿Qué piensas?