Rappi, el unicornio colombiano
Por primera vez, una startup nacional alcanza una valoración de mil millones de dólares en los mercados internacionales. Rappi marca un hito en la joven historia del emprendimiento digital del país.
Unicornio: así se denomina en el mundo del emprendimiento a las empresas que alcanzan el mítico valor de mil millones de dólares, un logro relativamente común en los emprendimientos tecnológicos de Silicon Valley, pero escaso en Latinoamérica. El jueves de la semana pasada se cerró oficialmente la ronda de inversión liderada por el fondo de capitales TDS – el mismo que puso plata para hacer lo que son hoy Google y Whatsapp, entre otros grandes nombres – que inyectó 220 millones de dólares a Rappi y valoró a este negocio originado en Bogotá, en un billón de dólares.
La noticia es relevante para el país porque la historia del emprendimiento digital colombiano no tiene más de siete años y porque, después de miles de ideas de negocios y proyectos surgidos en esta reciente ola emprendedora, finalmente una de ellas pasa a las grandes ligas y se consolida como el negocio de base tecnológica más próspero y prometedor surgido en estas tierras. Pero, además, porque la noticia se produce justo cuando el nuevo gobierno acaba de anunciar que en su política económica el emprendimiento será uno de los pilares más importantes para el desarrollo, algo que claramente no es fácil de cumplir. En un país enfocado toda la vida en el apoyo a los sectores tradicionales de la economía, esto del emprendimiento, las “startups” y la innovación digital todavía suenan algo exóticos y su peso en los indicadores macroeconómicos es aún incipiente. Tener un unicornio podría cambiar radicalmente el panorama. “Ya sabemos con certeza que podemos construir las compañías tecnológicas más grandes de Latinoamérica, aquí en Colombia”, dice Simón Borrero, CEO y fundador de Rappi.
La historia de Rappi es tan vertiginosa como su nombre lo sugiere. Fundada en agosto de 2015 en Bogotá, por tres jóvenes emprendedores, Simón Borrero, Sebastián Medina y Felipe Villamarín, Rappi comenzó operaciones con tan solo 8 empleados, incluidos sus fundadores, que en el parque El Virrey regalaban donas a todo aquel que descargara la aplicación en su móvil. Así comenzaron, y en tan solo tres años ya operan en 27 ciudades latinoamericanas y cuentan con mas de 13 millones de usuarios, quienes piden a través de la app, la entrega a domicilio de comida, medicamentos y casi cualquier mandado que a alguien se le ocurra. Hay clientes que piden un pliego de cartulina un domingo a las 8 de la noche, para una tarea escolar que el niño debe llevar al día siguiente; o 25 globos de helio para una fiesta sorpresa para el novio.
Una arrolladora mentalidad de éxito y de fe en si mismos, combinada con una idea de negocio oportuna, fueron los ingredientes claves que permitieron a Simón, Sebastián y Felipe llegar hasta donde han llegado, en tan breve lapso. Desde el comienzo buscaron fondos de capital de riesgo en el exterior y consiguieron nada menos que el apoyo de la poderosa Y Combinator (la misma que apoyó a Airbnb y a Dropbox). Han realizado tres rondas de inversión en donde han recibido recursos de fondos como Sequoia Capital y Andreessen Horowitz, que figuran entre los más importantes del mundo. En total, han apalancado recursos por 480 millones de dólares. “Colombia empieza a ser visto como un país que tiene emprendimientos para ver y analizar y para atraer inversión internacional”, dice René Rojas, experto y fundador de la aceleradora Hubbog, que ha acompañado a numerosos negocios de este tipo en el país. “Somos los mismos colombianos los que nos inventamos las barreras con eso de que si el gobierno no me apoya entonces no puedo hacer nada; necesitamos más Simones Borreros, que se crean el cuento”, agrega.
Para Eduardo Rivera, director del capítulo Apps de Fedesoft (gremio de los desarrolladores de software), las nuevas tecnologías efectivamente pueden hacer competitivo al país en los escenarios globales, “a pesar de las barreras que hay para crear empresa y emprender”. Y allí radica la principal queja de todos los involucrados en la economía digital. El estado colombiano les impone barreras de todo tipo: tributarias, trámites engorrosos y procedimientos pensados para la gran empresa tradicional y no para la filosofía rápida y flexible con la que operan las startup tecnológicas.
“El problema en el país ha sido la ausencia de mecanismos e incentivos para juntar a los inversionistas con los emprendedores, y se han hecho reformas tributarias recientes nefastas para eso”, dice Carolina Durán, director de la Corporación Ventures, entidad sin ánimo de lucro especializada en el fomento y acompañamiento de startups. Para ella, lo más urgente que debería hacer el gobierno es desregular y aliviar la carga tributaria del ecosistema de emprendimiento y “dejar un poco más a la mano invisible del mercado operar”.
Los diferentes expertos consultados coincidieron en que se requiere promover el “networking”, las redes de apoyo y acompañamiento, redes de aceleradoras, y que los inversionistas ángel, como se denomina a esas primeras personas que apoyan las ideas de negocio en etapa temprana, reciban también incentivos tributarios. El presidente Duque anunció cinco años de exención para los emprendimientos nuevos, pero en opinión de René Rojas, el beneficio debería extenderse también a los inversionistas y no solo al emprendimiento como tal. Mientras en Estados Unidos hay más de 300.000 ángeles inversionistas, es decir, personas que apoyan con recursos propios a las nacientes startups, en Colombia hay apenas 500 aproximadamente, según cálculos de Hubbog. Los ángeles inversionistas son los primeros que se interesan en apoyar a las empresas en su etapa inicial y son casi un prerrequisito, no oficial, para acceder después a los grandes fondos de capital, una vez que el negocio muestra sus primeros éxitos.
El gobierno ha jugado un papel importante en la construcción de lo que hoy tiene el país en materia de emprendimiento. El programa Apps.co del MinTic ha apoyado más de 1.500 proyectos, entre ellos Tappsi, uno de los que despuntan hacia la misma ruta de Rappi, junto con Lenteplus, Mensajeros Urbanos y otros. Juanita Rodríguez, ex viceministra de economía digital y por años directora del programa Apps.co, cree que se necesita un cambio en el modelo educativo, para que las universidades formen los perfiles profesionales que el mundo de la innovación requiere. “La gente ya no está dispuesta a pasar cinco años de estudios universitarios para graduarse y tener que volver a estudiar, porque las cosas van cambiando rápidamente; ¿qué vigencia puede tener un MBA que uno hizo hace diez años?”, pregunta Rodríguez. Y aunque hay universidades muy sintonizadas con el reciente movimiento emprendedor, como ICESI, CESA o la Simón Bolívar, parece claro que la academia está lejos de entregarle al país los perfiles que la economía digital demanda por estos días. “Por eso Platzi tiene miles y miles de estudiantes que aprenden de manera rápida destrezas tecnológicas para ser más competitivos en el mercado laboral”, agrega Eduardo Rivera, de Fedesoft. Platzi, valorada actualmente en 20 millones de dólares, es una startup colombiana que también atrajo el interés de Y Combinator y que lidera el mercado latinoamericano de formación en línea, y hace parte de la selecta lista de emprendimientos nacionales que podrían convertirse en unicornios en algún momento. Datos del MinTic estiman que se requieren actualmente al menos 40.000 ingenieros y desarrolladores para cubrir la demanda creciente de talento humano en el sector de innovación y emprendimiento, mientras pululan abogados, contadores, comunicadores y médicos.
Si el éxito internacional de Rappi abrirá o no, una nueva era en la economía digital colombiana, se verá pronto y dependerá, en buena medida, de que el gobierno cumpla su promesa de poner el emprendimiento y la llamada “economía naranja” en el centro de la política económica. “No necesitamos subvenciones, necesitamos es estabilidad jurídica para que pueda seguir llegando inversión, que nos dejen trabajar y que el gobierno inspire a todo el mundo a romper los limites mentales”, concluye Simón Borrero.
Publicado originalmente en revista SEMANA, edición 1897, septiembre de 2018
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