Waze indiferente frente al crimen de un usuario en Bogotá

¿Está bien que Waze se encoja de hombros ante el caso de un usuario que fue conducido por la plataforma a un callejón sin salida?

El señor Álvaro Torres, funcionario del Banco de la República, no es el primero que perdió la vida por seguir las indicaciones de Waze. Ya ocurrió en Brasil y en Israel y es probable que haya otros casos en el mundo. Desde luego, los responsables de la tragedia ocurrida en el barrio de los cerros orientales son, en primer lugar, los criminales cobardes que lo asesinaron. Eso nadie lo discute. Pero es inevitable la pregunta que muchos hacen por estos días: ¿Tiene Waze una cuota de responsabilidad, dado que llegó al lugar siguiendo sus indicaciones? Consulté a expertos independientes en derecho digital y todos coincidieron en que, desde el punto de vista jurídico, no cabe acusación contra Waze en Colombia por la muerte del señor Torres, aunque hay importantes observaciones.

¿Por qué Waze reacciona diferente, a pesar de que abrió oficinas en Colombia y realiza operaciones comerciales en el país en donde ocurrió la tragedia?

La empresa decidió guardar hermético silencio y declinó pronunciarse. El abogado Lorenzo Villegas cree que no puede alegarse la responsabilidad de Waze porque el control de la seguridad pública no es una variable utilizada por esta plataforma. “Waze utiliza información sobre vías y tráfico, pero las variables sobre seguridad pública le corresponden a la Policía y a las autoridades”, sostiene. Quien se supone garantiza la seguridad en las calles es la Policía, que tiene un cuadrante a cargo del barrio en donde ocurrió el crimen.

Andrés Guzmán, de la firma de informática forense Adalid, recuerda que los términos de servicio de la aplicación son claros y los usuarios los aceptan: Waze no es más que una guía y la responsabilidad de la conducción es del usuario. De otra manera, Waze debería responder por las llantas deterioradas en calles en mal estado y muchos otros casos. Guzmán considera que Waze es una red social y no un servicio propiamente dicho y la información que la aplicación provee es extraída y aportada por los mismos usuarios. De hecho, hoy se sabe que cualquier teléfono con Google instalado enviará información sobre sus movimientos, para alimentar a los mapas de Google y a Waze, que, en una impresionante operación de Big Data puede calcular el tiempo que tomará un recorrido, porque recibe en vivo la información de desplazamiento de los millones de teléfonos que se mueven en las calles.

No obstante, hay casos de redes sociales que sí asumieron responsabilidad por lo que sus usuarios hicieron con ella. El CEO de Facebook tuvo que comparecer ante el congreso norteamericano y el parlamento británico por la avalancha de noticias falsas que circularon en la red social, aunque él no escribió ni una sola de ellas. Facebook tomó medidas drásticas que le costaron la bobada de 120.000 millones dólares, en un intento por frenar la información falsa. Twitter cayó en la bolsa luego de eliminar cientos de miles de cuentas falsas que afectaban su reputación. Los ejecutivos de estas grandes tecnológicas admitieron que se sienten responsables por los problemas que el uso de sus productos pueda ocasionar. Ninguno guardó silencio ni se encogió de hombros. ¿Por qué Waze reacciona diferente, a pesar de que abrió oficinas en Colombia y realiza operaciones comerciales en el país en donde ocurrió la tragedia?

Lo más inquietante es la obvia propuesta que ha surgido: incorporar alertas de seguridad en la aplicación. Miles de usuarios estigmatizarían ciertas zonas de la ciudad, por prejuicios raciales o sociales. “¿Quién va a definir qué es peligroso en una ciudad?”, pregunta Carolina Botero, de la Fundación Karisma, poniendo el dedo en la llaga: “Si hay un problema con herramientas como Waze es porque se construyen para que las personas las sigan ciegamente, olvidando que el mapa de una ciudad tiene muchas capas y la infraestructura es tan solo una de ellas”. Tiene razón. El problema se explica por la veneración que las personas ponen en las plataformas tecnológicas. Creen sin cuestionarse, todo lo que leen en los muros, dan por verdadero cada trino y hacen caso automáticamente a las rutas que sugiere Waze, que no pocas veces se equivoca.

Más allá de la reacción de Waze, lo que debe promoverse es la respuesta de la sociedad colombiana a lo que está pasando con las redes sociales y las plataformas tecnológicas.

Publicado originalmente en revista SEMANA, edición 1894, agosto de 2018.

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