Dieta tecnológica saludable

Comience el año desintoxicando mente y cuerpo de las nocivas pantallas.

Por Álvaro Montes

El uso desmedido de dispositivos, el tiempo que pasamos en las redes sociales y la energía invertida frente a las pantallas provocan estados patológicos. No hay duda. Los especialistas en ciencias de la salud no se ponen de acuerdo acerca de si el término adicción es aplicable al consumo digital y algunos discuten que para alcanzar la jerarquía de “adicción” se necesita una sustancia externa. Pero el psicólogo Cristian Giraldo, docente del Politécnico Grancolombiano, cree que las redes generan los mismos efectos de una sustancia: producción exagerada de dopamina, que tan pronto se interrumpe provoca los síntomas de la abstinencia: dolores de cabeza, irritabilidad y la sensación de necesitar con urgencia regresar al uso de los dispositivos digitales.

Los problemas de salud que causan la afición desmedida a internet, los videojuegos o el uso del smartphone van desde aspectos emocionales, como ansiedad por perderse de algo hasta dolor en las muñecas, problemas del túnel carpiano, pérdida notable de visión y desorden del sueño, entre otros.

El consumo de tecnologías digitales es una vorágine apabullante. Más de 5.100 millones de humanos tienen teléfonos móviles, 4.500 millones se conectan a internet y 3.800 millones están activos en las redes sociales cada día. Así que, a los tradicionales propósitos de año nuevo – que suelen incluir comida sana, ejercicios y reconciliación con los seres queridos –  en la cultura de nuestros días hay que adicionar la desintoxicación digital.

¿Cómo es una dieta tecnológica saludable? Es poco probable que alguien recomiende el abandono total de las tecnologías. Los mundos del trabajo, los negocios y muchos otros no pueden ya funcionar sin ellas. Pero sí es recomendable morigerar su utilización en la vida cotidiana.

La primera campaña debería ser la reducción de los tiempos de pantalla. Los sistemas operativos iOS y Android disponen del reporte de tiempo en pantalla. Pocos lo utilizan, pero todos tendríamos que hacerlo. La primera meta del año podría ser reducir al menos una tercera parte de ese tiempo diario dedicado a interactuar con el teléfono. Estos reportes indican los minutos y horas invertidos en cada aplicación. Generalmente, las redes sociales se llevan la mayor tajada, así que el primer paso es revisar las cuentas de Facebook, Twitter e Instagram durante un número exacto y cada vez menor de veces al día. De hecho, es posible programar el número de veces después del cual el teléfono no permitirá abrir más las apps que nos están robando la paz mental. Tres veces al día podría ser una meta interesante.

La primera campaña debería ser la reducción de los tiempos de pantalla. Los sistemas operativos iOS y Android disponen del reporte de tiempo en pantalla. Pocos lo utilizan, pero todos tendríamos que hacerlo. Quienes trabajamos la mayor parte del día sentados frente a un computador necesitamos hacer pausas periódicas. Hay aplicaciones que sonarán alarmas cada 25 minutos, para animarnos a tomar un poco de agua, caminar unos minutos o cualquier otra actividad física que interrumpa el peligroso sedentarismo y la concentración de los ojos sobre la pantalla. Pomodoro es una sencilla y práctica herramienta de este tipo.

Probablemente el más terrible impacto de las adicciones digitales sea el aislamiento social. Hemos visto escenas increíbles en las que todos los miembros de una familia tienen los ojos sobre sus teléfonos personales, sin hablar entre ellos. O multitudes presentes en un estadio, pero siguiendo el concierto a través de la pantalla del móvil, filmándolo para las redes sociales en lugar de vivirlo y disfrutarlo.

Conversar más, reir mucho, mirarse cara a cara con los amigos. Hay que recuperar todo eso.

Empiezan a popularizarse los pactos de familia para controlar la vida digital en casa. Hay varias cosas que pueden hacerse, como restringir los lugares en donde es posible conectarse dentro de la casa, dejando por fuera las habitaciones y permitiendo solo la conectividad en las áreas comunes. O restringir los momentos en los que es permitido conectarse. Por ejemplo, acordar que durante la cena todos dejan sus móviles en una bolsa y se concentran en conversar y compartir tiempo de calidad. Hay familias que decidieron limitar el número de pantallas activas, mediante reglas como “no habrá más de tres o cuatro pantallas encendidas al tiempo, incluyendo televisores, teléfonos, tabletas y consolas de videojuegos”.

Los pactos familiares no son solo prohibiciones y reglas, sino también estímulos. Hay hogares en los que la contraseña del WiFi cambia cada día y los chicos solo la conocerán cuando hayan tendido la cama y ordenado el cuarto. Y hay planes digitales en familia que pueden realizarse los fines de semana, como una sesión de karaoke o juegos grupales en la Xbox. Implican interactuar y conversar.

Una recomendación que toma auge es la desconexión intermitente. La meta de pasar dos horas al día completamente desconectado es bienvenida para el cuerpo y la mente. Por ejemplo, no tocar el teléfono durante la siguiente hora después de despertar ni una hora antes de irse a dormir. Se puede incrementar paulatinamente el tiempo de desconexión diario y algunos establecen un día a la semana absolutamente fuera de línea. No smartphone, no redes, no internet.

Reunirse con los amigos y conversar más de viva voz, riendo y mirándose a los ojos, cara a cara, es más saludable que hacerlo a través de Whatsapp. Prueben cosas que podíamos hacer años atrás: almorzar sin mirar el teléfono; abrazar personas; leer un libro y disfrutar el olor del papel impreso. Les gustará.

 

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