Tecnología, el nuevo campo de batalla

Argumentando razones de seguridad nacional, el presidente Donald Trump ha declarado una cruzada para impedir la expansión de China y otros países en la economía norteamericana.

Mediante un comunicado firmada con su puño y letra, el presidente Donald Trump prohibió la que sería la mayor adquisición de la historia: la compra de la compañía norteamericana Qualcomm por la empresa Broadcom, con sede en Singapur. Esta última había ofrecido en febrero 117.000 millones de dólares (incluso hasta 130.000 un par de meses atrás) para hacerse con el más importante fabricante de chips de los Estados Unidos, pero el Comité de inversiones extranjeras en Estados Unidos (conocido como Cfius) recomendó impedir la fusión y el ejecutivo emitió la orden antes de que el mega negocio fuera anunciado oficialmente.

Qualcomm es el rey de los procesadores para teléfonos móviles. Casi todos los smartphones con sistema operativo Android llevan por dentro un chip de Qualcomm. Y Broadcom es un importante fabricante de chips para la electrónica de consumo, y sus procesadores están dentro de miles de productos masivos, como televisores, equipos de WiFi y decodificadores de señal de cable. Casi en cada hogar hay algún diminuto dispositivo de Broadcom incrustado dentro de un electrodoméstico. De haberse producido la fusión, la compañía resultante se convertiría en el claro dominante de la industria de chips en el mundo. La razón oficial para prohibir la adquisición, según la Casa Blanca, es proteger la seguridad de los norteamericanos, evitando el espionaje de gobiernos extranjeros a través de tecnologías de consumo masivo. Amparado en ese mismo argumento, el gobierno de Trump prohibió el año pasado el uso del antivirus más popular del mundo, producido por el fabricante ruso Kaspersky, y cortó los contratos que esta empresa tenía como proveedora del Departamento de Defensa y de cualquier otra entidad pública norteamericana. Y en enero del presente año prohibió expresamente a los operadores de telefonía móvil AT&T y Verizon hacer negocios con la compañía china Huawei, con lo que bloqueó la venta en Estados Unidos del recién lanzado Mate 10 , producido por el tercer mayor fabricante de móviles del mundo. AT&T y Verizon recibieron directamente la recomendación de no hacer más negocios con proveedores chinos, incluidos los acuerdos con el mayor operador móvil del mundo, China Mobile.

Lo que se esconde en realidad es una política económica proteccionista y una guerra comercial contra China, en primer lugar, y contra algunas potencias asiáticas y Rusia. Los proveedores europeos de tecnología, como Nokia, no han recibido veto alguno, porque no obstante que hacen negocios en suelo estadounidense, su participación en la torta mundial del negocio de las telecomunicaciones es más pequeña.

El gobierno norteamericano parece muy nervioso con la estrategia china de adquisiciones globales estratégicas, que podrían darle predominio en la carrera tecnológica, y particularmente quiere evitar a toda costa que China y otros países tomen la delantera en dos tecnologías del futuro próximo que serán muy influyentes en la economía mundial: La Inteligencia Artificial y las redes 5G de telecomunicaciones.  Las empresas chinas Huawei y ZTE son los principales fabricantes de infraestructura para los operadores de telefonía. Casi cualquier llamada telefónica en el mundo pasa en algún instante a través de antenas, estaciones base o servidores de una de estas marcas. El desarrollo de la siguiente plataforma de telecomunicaciones, bautizada ya como 5G, tiene en Qualcomm a uno de sus principales líderes, con patentes importantes, de tal modo que el gobierno de Trump ve en Qualcomm la oportunidad de recuperar el dominio norteamericano en la tecnología que los expertos consideran más relevante en el futuro de las telecomunicaciones.

Con la Inteligencia Artificial sucede algo similar. Moverá los negocios más prometedores, como los vehículos sin conductor que reemplazarán al parque automotriz de transporte público actual, y la Internet de las cosas, que es el ecosistema de electrodomésticos inteligentes que inundará hogares y oficinas en los próximos años. Es conocida la meta del gobierno chino de hacer fuerte al país en Inteligencia Artificial, un campo en el que ha estado retrasado. En 2017, China gastó 182.000 millones de dólares en importaciones de chips y el gobierno quiere modificar ese escenario.

<div class=”destacado”>El proteccionismo de la era Trump no se enfoca sólo en los mercados tecnológicos. También han sido noticia los aranceles a las importaciones de acero y aluminio, y con el bloqueo a Broadcom, llega a diez la cifra de intentos de adquisiciones foráneas interrumpidas por Donald Trump</div>El nerviosismo norteamericano no es original de Donald Trump, hay que decirlo. En 2016, al final de su mandato, el mismo Barack Obama bloqueó una adquisición china: la compra de la empresa Aixtrom. Pero se trataba de un negocio pequeño. En la era Trump las cosas se pusieron más duras para las tecnológicas extranjeras. En junio del año pasado, el Cfius bloqueó el intento de la firma china TCL, fabricante de productos electrónicos, por adquirir a la norteamericana Inseego, productora de modems y equipos de redes utilizados por los bancos norteamericanos. Las protestas chinas no se hicieron esperar.

En realidad, las tecnológicas norteamericanas no parecen contentas con la política proteccionista de Trump. El problema radica en el complejo entramado de la industria actual. Todos los grandes nombres de la tecnología norteamericana, desde Intel y Qualcomm, hasta Apple y Google, dependen de proveedores asiáticos, especialmente chinos. Los afamados iPhone se diseñan en California, pero se fabrican en China. Las tecnológicas se han quejado, desde luego, porque no solo se quiso poner trabas a la contratación de ingenieros extranjeros, que son apetecidos por su papel en la innovadora industria norteamericana, sino porque obstaculizar negocios con proveedores chinos afecta su propia competitividad. Los directivos de Qualcomm manifestaron públicamente su desacuerdo con la decisión presidencial, puesto que la fusión con Broadcom estaba prácticamente sellada y era un buen negocio para los accionistas.

No parece sostenible una guerra tecnológica contra el gigante asiático. De hecho, analistas señalaron el riesgo de que los organismos estatales norteamericanos compren únicamente productos de Qualcomm, sólo por el hecho de ser un proveedor local, y no por competitividad. Mismo caso para los contratos de seguridad digital, de los que quedó excluida Kaspersky en beneficio de las norteamericanas Symantec y McAfee. Pero en el tema de redes 5G Estados Unidos parece decidido a dar la batalla. En enero se filtró un borrador que reveló que el gobierno de Trump ha considerado la posibilidad de nacionalizar las redes 5G, es decir, construirlas con fondos públicos y arrendarlas, lo que sería una medida sin precedentes en la política de telecomunicaciones de ese país. Los argumentos presentados invocaban razones de seguridad y de interés en el fortalecimiento de la economía de Estados Unidos y declaraban la tecnología 5G como “prioridad estratégica”.  Y en diciembre pasado, la Casa Blanca publicó un informe sobre la Estrategia de Seguridad Nacional, en el que se lee: ” Para mantener nuestra ventaja competitiva, Estados Unidos priorizará las tecnologías emergentes críticas al crecimiento económico y la seguridad, como ciencia de datos, encriptación, tecnologías autónomas, edición de genes, nuevos materiales, nanotecnología, tecnologías informáticas avanzadas e inteligencia artificial”.

El proteccionismo de la era Trump no se enfoca sólo en los mercados tecnológicos. También han sido noticia los aranceles a las importaciones de acero y aluminio, y con el bloqueo a Broadcom, llega a diez la cifra de intentos de adquisiciones foráneas interrumpidas por Donald Trump.

Publicado originalmente en revista SEMANA, edición 1874, abril de 2018

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